La castaña es el fruto del castaño y aunque pocos lo sepan, no es un fruto seco, es un fruto fresco. Se suele comer asada, tradicionalmente en otoño e invierno.
Además de deliciosas, son ricas en fibra y proteínas y bajas en calorías. Su alto contenido en potasio y otros minerales ayuda a prevenir la hipertensión y ayudan a combatir la anemia y el agotamiento nervioso.
Alivia la sensación de hambre durante un largo tiempo ya que nuestro organismo absorbe lentamente los carbohidratos complejos que contienen las castañas, consiguiendo así mantener los niveles de azúcar.
Normalmente la comemos asada, pero también se puede cruda o comer secada al humo, así es conocida como castaña pilonga.
A la hora de comprar castañas, tenemos que fijarnos en que tengan un color brillante, que pesen en la mano, y que estén sanas, sin marcas ni agujeros. Escogerlas de un tamaño similar para que se asen de forma uniforme y en casa guardarlas en la nevera.
En los puestos de la calle las asan con fuego en la tradicional sartén con agujeros, pero si las quieres hacer en casa, la mejor forma es hacerlas en el horno. Para esto, debemos lavarlas u secarlas bien, hacer un corte en forma de cruz en cada castaña para evitar que revienten. Una vez hecho esto, precalentamos el horno arriba y abajo a 200ºC durante 10 minutos. Con el horno ya caliente las pondremos en la parte más baja del horno 10 minutos por cada lado. Al sacarlas las cubriremos con un trapo y cuanto antes nos las comamos, mejor se pelarán.
Para los que tienen mucha prisa, también se pueden hacer al microondas, a 800W durante 2-3 minutos.
Un clásico de navidad es el postre de origen francés Marron Glacé, castañas glaseadas o confitadas, que se elabora cociéndolas y macerándolas en un almíbar con canela y ralladura de limón.